Sentir dolor es inevitable. Sufrir es opcional (M. Kathleen Casey)

Solo tú.

Piensa en todos esos momentos que pasamos juntas,
cuando tu pensabas que nuestra amistad duraría para siempre
y cuando yo pensaba que seria eterna y maravillosa,
todo eso termino en un misero instante en tan poco tiempo que no
me dio tiempo a reaccionar , cuando reaccioné ya era demasiado tarde...
Todo había acabado, era el fin de toda una vida.

Por todas esas noches.

Y en aquel momento empecé a llorar, por todas esas noches en las que me
quedaba sola en mi cama esperando a que me llamaras o aparecieras por esa puerta pidiéndome perdón
por todos aquellos momentos en los que no me ayudaste cuando necesitaba tu ayuda,
en los que no apareciste cuando tenías que hacerlo, cuando no me secabas las lágrimas cuando lloraba
por tu traición y por todos aquello días en los que lloraba en silencio por no saber darte
el amor que necesitabas o anhelabas.

¡Un TÚ!


Aun recuerdo el día en el que yo era una chica triste y desdichada pero en ese momento apareciste tú y mi vida dio un giro de trescientos sesenta grados inesperadamente, todo lo que yo conocía cambió por completo; los olores más conocidos se me hacían irreconocibles porque ninguno era tu olor, las fotos de mi familia ya no me eran conocidas porque no te veía a ti en ellas y todo eso pasó cuando apareciste y todo cambio cuando te fuiste, porque ahora cada cosa insignificante para los demás para mi, antes era un mundo en el que podía estar contigo un  pequeñito en el que apoyarme. 

Cada burbuja.

Todas las personas tienen una pequeña burbuja en la que ocultarse cuando tienen miedo a algo que no quieren saber o bien porque necesitan tiempo para pensar en sus cosas. Yo tengo mi pequeña burbuja en la que solo estás tú y en la que solo tú me puedes hacer reír o llorar. Depende de lo que pienses que es mejor para mí en ese momento, pero cuando no estás en mi burbuja esa burbuja ya no existe por que tú eres todo lo que necesito en mi vida, en mi burbuja..

CAPÍTULO 1


Estaba en mi habitación sentada en el escritorio, me gustaba estar sentada allí pues como mi habitación da a la calle me gusta pasar los ratos viendo a la gente pasar, bueno decidí salir a dar una vuelta pues llevaba toda la tarde sin salir de casa, me dirigí hasta el armario me quité el pijama y cogí unos pantalones cortos vaqueros y una camiseta rosa de tirantes. Bajé hasta la entrada, que no era nada del otro mundo, solo tenia una moqueta color crema y cristaleras a los lados de la puerta.
-¡Lunaaaaa!-Grité desde la escalera.

Mi perra vino desde la cocina corriendo como una loca, cada vez que la llamaba con energía sabía que era para salir a la calle. Cogí la correa del perchero de la entrada y se lo puse.
-¡Mamaa voy a dar una vuelta con Luna!.
-¡Vale Elía!-Dijo mi madre desde la cocina.

Abrí la puerta y salí a la noche.
Me dedique a andar sin dirección pensando en mis cosas, jamás sabría decir cuanto tiempo me tire andando, pero lo extraño era que no me había encontrado a nadie y por las noches la gente solía salir a pasear. Llegué a casa  y le quité la correa a Luna.
-Cariño ven ya a cenar.
-Subo a ponerme el pijama y ahora mismo voy.

Me dirigí a mi habitación, me quité la ropa y la coloqué en el armario, nada mas ponerme el pijama me quedé mirando por la ventana, ¿Y ese chico?¿Quién era?¿Y que hacia observándome?. Se quedó mirándome a los ojos durante un segundo, me dirigí corriendo al baño a por mis gafas pues no veía muy bien, cuando volví ese chico ya no estaba, que decepción me hubiera gustado verle. Me levante del pollete y me dirigí a la cocina, la cocina no es nada del otro mundo, es muy antigua, puesto que mi madre trabaja en una tienda de antigüedades y esta obsesionada por esas antiguallas que para mi no merecen ni el mas mínimo interés, es de un color verdoso y un blanco marfil, con unas puertas un poco descascarilladas, está situada al norte de la casa, mi madre dice que trae buena suerte.
Es lo que tiene tener una familia rarita.

-Mama que hay para cenar
-Pues lo que quieras cariño, hay de todo en la nevera.
Me dirigí a la nevera  y observe todo lo que había en la nevera, me decidí por una ensaladilla. Cuando terminé de cenar me dirigí directamente a mi habitación pues no tenia ganas de hablar con mis padres, solo me apetecía pensar en aquel chico extraño, me senté en el pollete de la ventana por si acaso el chico volviera aunque no podría quedarme mucho tiempo, mañana era el ultimo día de clase y había quedado con mis amigas. Me quedé observando por la ventana, no sabría decir en que momento me quedé dormida.